lunes


Ella tomó el micro de siempre.
Asientos con mensajes de amor, correos electrónicos y fechas que dejan algunos escolares en el trayecto, ventanas que nunca se pueden abrir, y que solo el cobrador sabe como, la puerta adornada con stickers de alto contenido sexual y religioso.
Esta vez, miro con detenimiento a los pasajeros, entre ellos estaba:
Una jovencita que leía muy atenta su libro, al parecer era de cocina por la olla y el tomate que salía en la portada.
Una señora de cabello rojo, se rizaba las pestañas sin importar los bruscos movimientos del micro.
Un señor de casco rojo, discutía por teléfono.
Dos jovencitas, conversaban de lo bien que la habían pasado el fin de semana, y de cuanto alcohol habían bebido.
El chofer, sintonizaba una emisora de rock, y el cobrador, cantaba con una casaca que imitaba malamente el cuero.
Mientras que ella, se quedaba dormida cual oso perezoso.














Combiiiiiii


Hay la marrón, la Sinchi y la Orión
de todas formas, tamaños y hasta mal olor.
Existen las clásicas de siempre
o las modernas con chofer cobrador,
en las que trabajan solo mujeres
o en las que el chofer es un perdedor.
La música es variada, como para toda condición
chicha, salsa y hasta rock and roll.
También hay música en vivo,
le meten emoción,
hasta a veces se sube alguien que canta y vende cosas:
una cena con show.
Me gustaría poder decir que la paso siempre bien,
que nunca me peleé con un cobrador,
que llegué a tiempo a cada reunión
y que siempre hubo un agradable olor.
Una oda a una combi no tiene razón,
uno no viaja así por gusto sino por necesidad,
preferiría ir en tren o en avión,
hasta el metropolitano sería mejor.

Pero no pensaron en mi cuando los construyeron,
no pensaron en este pobre peatón
que se pelea por 20 céntimos,
suena poco pero suman un montón.
Ir en combi no es un paseo,
ir en combi es una labor.
Es una pelea por un asiento,
es en verano morir de calor,
es en invierno ganar un resfriado,
y todo el año la misma canción



EL AMOR ES UN JUGO
La vida toma el amor y lo tritura
Igual que una de esas máquinas
Que transforma vegetales
En purés, picadillos y jugos.
Dos crean el manjar único del amor
Con sabor a sí mismos
Y hay un embeleso inicial
Un gusto de papilas excitadas
Y sin embargo,
En la era de los aparatos eléctricos
La vida es una gran procesadora:
La cotidianeidad y sus rutinas
Las manías
El hombre siempre intentando
La estúpida supremacía
Hasta que llega la hora
Del hambre y la necesidad
De recurrir a las sobras
Reciclar lo que pertenece
Otra vez la máquina procesadora
El puré
El picadillo
Hasta que solo queda el líquido espeso
Y aquel olor
Al banquete
Como una fotografía magnífica e irreal
Brillando en la memoria.











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